Casi desde el principio, este festival ha ido encargando sus carteles a artistas de reconocido prestigio que aportan su plus de excelencia y singularidad a un festival que busca proyectarse como un escenario creador de tendencias más allá de la cita lúdica de verano. En 2011, coincidiendo con el 25.º aniversario del Festival, el artista catalán Santi Moix, establecido en Nueva York, creó una pieza pictórica titulada Mar y montaña que reflejaba la esencia mediterránea del Alt Empordà. En el año 2016, Moix volvió al Festival con una exposición de cerámicas negras en los jardines del castillo y este año, en tándem con el director Josep Pons, el artista va a pintar una obra de grandes dimensiones mientras suena la música en directo. Una nueva iniciativa compartida que a su vez coincide con un cambio de rumbo de la ópera, y más concretamente del Gran Teatre del Liceu, asociado más que nunca a las artes visuales. En este contexto, la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu y el artista plástico Santi Moix se unen en una sesión en el Festival Castell de Peralada. Moix, impresionado por el Hanabi (el festival de fuegos artificiales en Japón), relata que “Nunca había visto nada igual. El cielo lloraba fuego y fue la inspiración para una nueva serie de trabajos”. Su obra, que vuelve con obstinación a las flores, ahora observa el paralelismo entre estos regalos botánicos y el resultado de estas flores de fuego. Una metáfora de vida: explota, nace y muere. Esta transcripción pictórica de los festivales Hanabi es la base para llenar de explosiones de color una obra donde Moix va a usar la pintura al fresco que llevó a cabo en la iglesia románica de Saurí, en el Pallars. Un concierto en el que la pólvora de los fuegos artificiales será sustituida por el estallido de la pintura en vivo y la banda sonora händeliana será el estímulo perfecto para poner en juego esta apoteosis de pintura.